viernes, 5 de noviembre de 2010

Saber Adaptarse

Cuando nos instalamos en la queja, en la lamentación reiterada, estamos perdiendo nuestro tiempo en lugar de poder estar construyendo algo mejor para nuestra vida. Claro que la vida no es justa y no suceden cosas según nuestros deseos y expectativas. Precisamente por eso lo inteligente es hacer lo que esté en nuestras manos y aprovechar todas las oportunidades, pero ante lo inevitable se impone la serena aceptación de los hechos y esperar que la infinita paciencia y sabiduría del tiempo trabaje a nuestro favor. Algunas circunstancias que producen sufrimientos pueden cambiarse y otras, no, las dos situaciones requieren dos planteamientos diferentes: acción y aceptación.No deberíamos necesitar una desgracia para valorar nuestra vida normal. ¿Por qué solemos valorar las cosas cuando ya no las tenemos?
Hay un cuento judío que nos enseña a valorar lo que tenemos ya que hay veces que las cosas lo  queramos o no desgraciadamente pueden empeorar, el relato dice así:
"Un hombre vivía en una casita muy pequeña con su esposa, cinco hijos, los cuatro abuelos y varios tíos y tías. Dormían todos en la misma habitación, comían juntos y peleaban en vano por un poco de espacio propio y silencio.Desesperado, el hombre acudió al rabino del pueblo. - “Ya no lo soporta más, rabino”, dijo. - “Me estoy volviendo loco. Se pelean sin parar, los niños chillan, mi esposa está destrozada, nadie duerme. Por favor, ayúdeme”. El rabino reflexionó y dijo: - “Según recuerdo, tú eres dueño de una vaca. Métela en casa y vuelve dentro de una semana”.El hombre protestó ante esa idea alocada, pero el rabino insistió, usted ha venido aquí para que yo le ayude, ¡no! Así que el hombre metió a la vaca en casa y volvió al cabo de una semana. - “¡Es espantoso, rabino!”. Y describió la escena con la vaca dentro. El cuento continúa con el rabino que le va diciendo al hombre, cada semana que meta a otro de sus animales dentro de la casa: la cabra, el caballo, las gallinas…, hasta llegar al caos más absoluto. Finalmente, el rabino le pide al hombre que expulse a todos los animales. El hombre vuelve al cabo de una semana. - “Gracias, rabino. Esto si es vida, ahora todos vivimos en paz y armonía. Es una maravilla. ¡Le estoy muy agradecido!”.  
Reflexión
Este relato nos puede recordar eso, que alguna vez que otra decimos,“Dios mío, que me quede como estoy”.
Hemos aprendido a vivir esperando los grandes momentos, aquellos que creemos que marcarán nuestra historia personal,  y que nos harán felices. Y en esa espera, se nos puede escapar parte de nuestra vida. Pero ¿por qué esperar el gran momento? ¿Por qué no convertir esas pequeñas cosas del quehacer cotidiano en una sucesión ininterrumpida de momentos extraordinarios? Decía Henri Barbusse, escritor y periodista francés, que las cosas pequeñas, si se ponen juntas, superan a las mayores.
Fijémonos por ejemplo en las personas que han vivido la experiencia de estar a punto de morir, personas que han tenido una grave enfermedad o un accidente. La mayoría de ellas suelen explicar que al ver la muerte de cerca, no se lamentaban por el hecho de no acceder a un ascenso laboral o porque no podrían comprarse el coche de sus sueños, no les preocupaba no poder ser ricas o famosas, o no haber conseguido adelgazar…Todas coincidían en señalar que les dolía pensar que no volverían a ver el sol, pasear o hablar con sus seres queridos, que no podrían reír o disfrutar de la comida.
Frente a la amenaza de perder las pequeñas cosas, quienes conocen la provisionalidad de la vida convierten los hechos cotidianos en acontecimientos extraordinarios. Y gracias a esta experiencia, muchas de esas personas aprenden a disfrutar de las cosas cotidianas en toda su plenitud. Una vez recuperados, su vida cambia para siempre. Se levantan por la mañana, abren las ventanas y empiezan su día maravillándose por el único hecho de estar vivos.
Aunque me gustaría pensar en la posibilidad de vivir sin problemas ni sufrimiento, lo cierto es que los retos forman parte de la vida de cada uno de nosotros. Lo que importa no es que tengamos problemas (porque, inevitablemente, surgirán problemas, y en ocasiones no tendremos elección), sino cómo los afrontamos cuando se presentan esos retos inesperados y no deseado.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga

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