viernes, 5 de noviembre de 2010

Algunas claves para amargarnos menos la vida

Hay personas que se amargan la vida con suma facilidad cuando, una y otra vez, se plantean “¿Y si hubiera hecho esto o aquello, esto no hubiera ocurrido?”, porque los acontecimientos actuales no resultan de su agrado y se lamentan de no haber actuado de otra manera o, mirando al futuro, se preguntan “¿Y si actúo de esta manera y luego me arrepiento?”. Se enredan con los “¿Y si...?” llegando a paralizarse y a atormentarse. El cuento del sabio ermitaño resulta muy aleccionador al respecto:
“Había una vez un ermitaño sabio al que la gente del lugar acudía a contarle sus problemas y a pedirle consejo. Un hombre del pueblo tenía una yegua; un día se le escapó y fue llorando al ermitaño a contarle lo que le había pasado:
– ¡Mira qué desgracia me ha ocurrido, mi yegua se ha escapado!
– ¿Y eso es bueno o malo? –respondió el sabio.
El hombre de la yegua no entendía nada y pensó: “este sabio es un poco raro; pues claro que es malo, qué pregunta más absurda”. Al cabo de las pocas semanas la yegua apareció. Y lo hizo acompañada de un robusto semental salvaje de pura sangre y además se encontraba preñada. El dueño de la yegua se puso muy contento, ahora tenía tres caballos en vez de uno, así que fue corriendo a contarle sus alegrías al ermitaño:
– ¿Te acuerdas de mi yegua? ¡Pues ha regresado! Y además está preñada y ha vuelto en compañía de un caballo formidable.
– ¿Y eso es bueno o malo?– volvió a responder el sabio.
Ahora sí que el hombre de la yegua no entendía nada de nada, estaba empezando a pensar que el ermitaño no era tan sabio como la gente pensaba. Estaba claro que era una noticia estupenda y así se lo hizo saber mientras el sabio le miraba en silencio. Al cabo del tiempo el potro nació. El hijo del dueño de los caballos se hizo inseparable del potrillo y le gustaba mucho montar en su lomo. Hasta que un día el chico se cayó del caballo y se rompió una pierna. Entonces el dueño de los caballos decidió volver a visitar al ermitaño para contarle de nuevo sus desventuras.
– ¡No sabes qué tragedia ha ocurrido! ¿Te acuerdas de la yegua que se escapó y regresó preñada? Pues a mi hijo le gustaba mucho montar en el potrillo y ahora se ha caído y se ha roto la pierna. Estoy empezando a pensar que tal vez hubiera sido mejor que la yegua no regresara nunca.
El ermitaño le miró sonriendo con un brillo algo burlón en los ojos y volvió a repetir su respuesta:
– ¿Y crees que eso es bueno o malo?
El hombre se fue algo enfadado no sabiendo qué pensar, creía que esa respuesta era absurda y que el ermitaño tal vez fuera un poco tonto, porque era verdad que el que volviera la yegua, que al principio le pareció una buena noticia, había sido la causa de que su hijo se rompiera la pierna, por lo que tal vez no fue tan bueno su regreso, pero; ¡¿qué podía tener de bueno que su hijo se hubiera caído?!
Al poco tiempo se declaró una guerra contra el país vecino y vinieron por todos los pueblos reclutando hombres y chicos. Sin embargo, el hijo del dueño del caballo pudo librarse del reclutamiento y de ir a la guerra gracias a que estaba herido y tenía la pierna rota por lo que no sería de ayuda en el frente de batalla. Cuando se disponía a ir de nuevo a consultar al sabio, se paró a meditar y pudo apreciar qué razón tenía el sabio al preguntar si lo que sucedía era bueno o malo”

Reflexión:
Las cosas que pasan no son ni buenas ni malas. Cuando estamos ante un suceso desafortunado, naturalmente no alcanzamos a ver que lo que hoy es motivo de lamento, mañana puede ser motivo de felicidad y viceversa.
Resulta del todo imprevisible prever las secuencias de acontecimientos que podemos generar con lo que hacemos, y resulta del todo inútil lamentarse por no haber actuado de otra manera en el pasado porque nunca sabremos qué fenómenos hubieran ocurrido y si estos habrían sido “buenos” o malos”. Por otra parte, resulta inútil quejarnos de que hubiera sido mejor que las cosas hubieran ocurrido de otra manera porque nunca lo sabremos.
Recordar esta metáfora nos puede ser muy útil cuando veamos que nos estamos enredando en los “¿Y si...?” Teniendo en cuenta que nunca podremos saber si lo que nos pasa es bueno o malo para el futuro, lo único que cabe es aceptar los acontecimientos como vienen y seguir caminando por la vida. Eso sí, dirigiendo nuestros pasos a donde decidimos hacerlo. No perder el tiempo en lamentos porque, en el caso de estar ante un problema o un suceso penoso, puedo pensar que este suceso puede ser una oportunidad. Y la mejor oportunidad es la de recordarnos que hemos de afianzarnos más en la vida. Esta es la tarea que nos corresponde.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga

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