sábado, 31 de octubre de 2015

El roble y la hiedra

Un hombre edificó su casa. Y la embelleció con un jardín interno. En el centro plantó un roble. Y el roble creció lentamente. Día a día echaba raíces y fortalecía su tallo, para convertirlo en tronco, capaz de resistir los vientos y las tormentas.
Junto a la pared de su casa plantó una hiedra y la hiedra comenzó a levantarse velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados. El roble crecía silenciosa y lentamente.
- ”¿Cómo estás, amigo roble?”, preguntó una mañana la hiedra.
- ”Bien, mi amiga”, contestó el roble.
- “Eso dices porque nunca llegaste hasta esta altura”, agregó la hiedra con mucha ironía. “Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre allá en el fondo del patio”.
- “No te burles, amiga", respondió muy humilde el roble. “Recuerda que lo importante no es crecer deprisa, sino con firmeza”.
Entonces la hiedra lanzó una carcajada burlona.
Y el tiempo siguió su marcha.
El roble creció con su ritmo firme y lento.
Las paredes de la casa envejecieron.
Una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la casa y su jardín. Fue una noche terrible.
El roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con sus ventosas al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y prolongada.
Al amanecer, el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido desprendida de la pared, y estaba enredada sobre sí misma, en el suelo, al pie del roble. Y el hombre arrancó la hiedra, y la quemó.
Mientras tanto el roble reflexionaba:
- " Es mejor crecer sobre raíces propias y crear un tronco fuerte, que ganar altura con rapidez, colgados de la seguridad de otros. "



Reflexión:
Nos pasamos media vida o quizás más, oyendo a los demás “cómo debemos ser”. Ser tú mismo, es no depender de la opinión, ni de la mirada, ni de la crítica ajena sino hacer lo que realmente a uno le gusta. La pregunta que yo me hago cada día es “¿Qué puedes hacer hoy por hoy para vivir lo mejor posible el tiempo que vas a vivir?”
Es muy importante ser “coherente” con uno mismo, es decir, que lo que digas, coincida con lo que piensas y con cómo actúas.
Muchas veces nos afanamos en querer complacer o quedar bien con los demás, viviendo única y exclusivamente para ellos pensando que sacrificándonos por el otro, estamos realizando un acto de amor, pero no somos consciente de que este es el acto más egoísta que uno puede realizar. No nos damos cuenta que somos el capitán de nuestro barco y que todas las demás personas que pasen por nuestra vida, serán transitorias. Esto incluye a padres, hijos, amigos, enemigos, maridos, esposas, compañeros, etc. En definitiva, con quien compartes todos los segundos de todos los minutos de todas las horas que tienen todos los días que completan todos los meses de absolutamente todos los años de tú vida, es contigo mismo.
Una cita de Jorge Bucay dice:

Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”.

Montse Parejo
Psico-Oncóloga

jueves, 1 de octubre de 2015

Siempre se ha hecho así

Cierto día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pradera. El animal abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas.
Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, jefe de un rebaño, que viendo el espacio ya abierto hizo a su rebaño seguir por allí.
Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese mismo sendero: entraban y salían, giraban a la derecha y a la izquierda, descendían, se desviaban de los obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva vía.
Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en una amplia carretera donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría realizarse en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro.
Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, finalmente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto intrincado era el peor de todos.
Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se reía al ver que los hombres tienen esa ciega tendencia rutinaria a seguir la vía que ya está abierta, sin preguntarse si habría acaso una mejor opción o camino. Tal vez hubiesen descubierto otros paisajes más bellos.


Reflexión.
El que las cosas se hayan hecho siempre siguiendo un patrón o de una manera concreta no quiere decir que sea la manera correcta o la mejor de las formas. Los seres humanos somos animales de costumbres dentro de nuestra zona de confort, tenemos una vida rutinaria, nos levantamos a la misma hora, desayunamos lo mismo, vamos al trabajo o al colegio por el mismo camino, hablamos con la misma gente, saludamos de la misma manera, etc. Así estamos cómodos y no nos damos cuenta que hay otras cosas porque no las experimentamos. Tú zona de confort, es el conjunto de hábitos, creencias y acciones y modelos de comportamientos a los que estamos acostumbrados y que, al salirte de la misma te provoca incomodidad, nerviosismo, miedo.

Salir de la zona de confort es importante puesto que nos permite experimentar situaciones nuevas que nos van a permitir desarrollarnos y crecer en los distintos ámbitos de nuestra vida: personal, social, económico, espiritual, etc.
A la mayoría de las personas no les gusta ni siquiera que les hablen de cambiar, les da miedo, salir de lo conocido para enfrentarse a lo desconocido; estas personas se estancan en su vida, vivirán siempre con limitaciones y temores dentro de su zona de confort, y morirán pensando y quejándose que la vida no le dio la oportunidad de ser felices.
Cuando superamos estos límites, ampliamos nuestra perspectiva y logramos alcanzar nuevos horizontes. La zona de confort es un estado mental, aquellos elementos que nos rodean y que consideramos parte de nuestra comodidad, son percibidos de esta manera gracias a nuestras ideas y a nuestra mente. Lo que a ti te parece cómodo, a otros quizás les aterrorice.
Perder el miedo de salir de nuestra zona de confort, empieza desde dentro. Desde nuestro pensamientos, ideas y sentimientos. Los límites los pones tú.
Montse Parejo.
 Psico-Oncóloga.

jueves, 23 de julio de 2015

El vaso de agua

En una sesión grupal, la psicóloga en un momento dado levantó un vaso de agua.
Cuando todos esperaban oír la pregunta: "¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?" , ella en lugar de ésto preguntó:
- ¿Cuánto pesa este vaso?
Las respuestas de los componentes del grupo variaron entre 200 y 250 gramos.
Pero la psicóloga respondió:
- El peso absoluto no es importante, sino el percibido, porque dependerá de cuánto tiempo sostengo el vaso: Si lo sostengo durante 1 minuto, no es problema. Si lo sostengo 1 hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará.
El vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve.
Después continuó diciendo:
- Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas en ellas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer nada.
¡Acuérdate de soltar el vaso!

Reflexión:
A veces las preocupaciones se enquistan en nuestros pensamientos y no nos dejan centrarnos en las soluciones,ya que nos lleva hacia lo que no podemos hacer en lugar de enfocarnos hacia lo que sí podemos hacer. Las preocupaciones, no dejan de ser miedos.
Preocuparnos en exceso y anclarnos en pensar en los problemas nos agota, absorbe nuestras energías y nos quita fuerzas para actuar, y para movilizarnos hacia soluciones. Está muy bien ser consciente de los problemas y tener presente las dificultades y los riesgos, pero llenar nuestra cabeza de preocupaciones durante mucho tiempo nos agota emocionalmente. ¿Sabéis soltar el vaso a tiempo?

Montse Parejo. Psico-Oncóloga

viernes, 29 de mayo de 2015

¿Qué es el cielo y qué es el infierno?

Esta es una historia japonesa que nos habla de un samurái, agresivo, fuerte, era un señor de la guerra, por unas conversaciones que había tenido con otros compañeros se había interesado por esas cuestiones del cielo y del infierno ¿qué es el cielo y qué es el infierno? no lo entendía muy bien.
Entonces uno de sus colegas le recomienda que fuera a ver aún ermitaño, a un monje que vivía en la montaña, que se suponía era un tipo muy sabio que le podría explicar esta diferencia entre el cielo y el infierno. Entonces nuestro samurái, encuentra la choza del ermitaño, patea la puerta y entra bruscamente y el monje estaba sentado en el suelo haciendo caligrafía, se para delante del monje y le dice:
 - A ver decirme, cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?
El monje seguía mirando el suelo, haciendo sus dibujos, sin hacerle caso alguno al guerrero.
- No me escuchaste, te estoy preguntando cual es la diferencia entre el cielo y el infierno.
Y el monje suspira y mueve la cabeza de un lado al otro y vuelve a su hacer.
- Estás sordo, contéstame cual es la diferencia?
- Te escuche pero no tiene sentido contestarte porque eres demasiado tonto para comprenderlo. 
- Yo tonto, saca la espada y dice, - Ahora vas a ver quién es el tonto. 
En ese momento, el monje mira hacia arriba, sonríe y dice “eso es el infierno”, en ese momento el samurái, se da cuenta de su vida y de cómo vivía irritado, irrespetuoso.
Y fue como un rayo le partiese la cabeza y en ese momento se dio cuenta de lo que era su vida y se le cae la espada de la mano y se queda horrorizado de que él vivía en el infierno pero inmediatamente siente una oleada de gratitud increíble, porque el monje para darle esa lección había expuesto su vida y él lo iba a matar.
Y una persona a la que ni conocía le había hecho un regalo de sabiduría impresionante y cae de rodilla y le dice: - Gracias, y el monje vuelve a lanzar una sonrisa y le dice: - “Eso es el cielo”.

Reflexión:
El cielo y el infierno no están después de la muerte, el cielo y el infierno es como uno vive.
Tú puedes construir tu vida y vivir en el cielo o puedes construir tu vida y vivir en el infierno.

En mi opinión, la mayoría de la gente hemos construido un infierno, cuando tenemos todo el material para construir nuestra vida en el cielo, pero para construir el cielo sobre la tierra hace falta vivir en LIBERTAD.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga

martes, 7 de abril de 2015

Los pavos no vuelan

Un campesino encontró en el campo un huevo de un tamaño tan grande, que nunca había visto antes algo parecido, así que decidió llevárselo a su casa.
-¿Será de avestruz? Preguntó a su familia.
-No, no es demasiado grande, Dijo el abuelo.
-¿Y si lo rompemos?, Propuso el hijo.
-Romperlo sería una lástima, porque entonces nunca sabremos a que ave pertenece, dijo el padre. 
-Así que finalmente decidieron colocarlo debajo de una pava que en ese momento estaba empollando.
Cuenta la historia que a los quince días nació entre los pavitos, el enigmático pichón, al principio nadie pudo reconocer a que variedad de ave pertenecía, lo único que era evidente es que era el más grande entre todos sus compañeros, su plumaje era mucho más oscuro y devoraba la comida que le ponían con mucha avidez.  
Una vez crecido, cuando llegó el tiempo de levantar el vuelo, miro a su madre y le dijo entusiasmado:
-Bueno, ha llegado la hora de volar, ¿me acompañas?
La pava sorprendida por la proposición, le explicó: -Mira, los pavos no vuelan. Tienes que tener cuidado y no comer tan apresurado, porque te sienta mal y después dices tonterías. 
El misterioso pichón, se quedó en silencio un poco confundido.
Pero el pichón cada vez que terminaba de comer, les decía a sus hermanos:
-¡Vamos, vamos a volar! Hasta que uno de los pavitos le explico: 
-Los pavos no volamos, solo podemos caminar, ese es nuestro destino, así lo decidió Dios cuando nos creo.
Haciendo caso a sus hermanos, nuestro misterioso amigo se dedicó todo el tiempo hacer todo lo que los demás hacían, caminar por un corral cercado, comer y dormir.
Pero un día el veterinario del pueblo pasó por la granja y el granjero, aprovechó la situación para pedirle que identificara a la misteriosa ave. En cuanto la vio pudo reconocer de inmediato que se trataba de un cóndor.
 Este ave había nacido para volar hasta los 7000 metros, pero, como nadie volaba... él nunca voló porque escucho más la opinión de su entorno, que lo que él mismo sentía en su interior.

Reflexión:
No atreverse, es perder una oportunidad. Lo que siempre se hizo…no tiene por qué seguir haciéndose.

Cada uno de nosotros puede tener grandes aptitudes, valores y como no, una gran creatividad; quedarse en lo conocido por miedo a lo desconocido, equivale a mantenerse con vida pero no a vivir. No olvides que cuando uno tiene que “morir” nadie lo va a hacer por ti, no permitas que para vivir tú vida, otros te digan como debes de vivirla.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga