Paseaban
el maestro y el aprendiz por el bosque y de pronto el maestro le dijo al
alumno: “¿ves esa bellota? Cógela”. El alumno la cogió, y ambos siguieron andando.
De pronto se encontraron con un arbolito pequeñito y el maestro le dijo al
alumno: “¿ves ese arbolito? Trata de arrancarlo”. El alumno tras mucho esfuerzo
al fin lo logró. Siguieron andando y se toparon de frente con un inmenso roble
grande y frondoso, con tronco grueso y raíces profundas. El maestro le dijo al
alumno: “¿Ves ese roble? Arráncalo”. El alumno miró al maestro extrañado y le
dijo: “maestro si con el arbolito casi no pude, ¿cómo voy a poder arrancar este
roble?”. El maestro contestó: “tus hábitos son como ese roble, cuando están muy
profundamente arraigados es prácticamente imposible cambiarlos. Todo empieza
con esa diminuta bellota que llevas en las manos. Si identificas que es
negativo al principio es fácilmente remplazable. Si lo dejas por mucho tiempo,
te pasará como con el arbolito, costará, pero con esfuerzo lo lograrás. Si dejas
que tus hábitos negativos se instalen en tu vida demasiado tiempo, se
convertirán en un enorme roble imposible de arrancar”.
Reflexión:
Empezamos
a saber que percibimos la realidad a través de un filtro que son nuestras
creencias. No vemos con los ojos, vemos con nuestro cerebro. Los ojos captan la
información, el cerebro la procesa y emite un juicio. Le da un significado. El
cerebro procesa en función de sus creencias, condicionamientos (lo que hemos
oído, visto y nuestras propias experiencias), presuposiciones, cultura, etc.
Muchas
personas tienden a pensar que sus creencias son universalmente ciertas y
esperan que los demás las compartan. No se dan cuenta que el sistema de
creencias y valores es algo exclusivamente personal y en muchos casos muy
diferentes del de los demás. Nosotros no vivimos la realidad en sí, sino una
elaboración mental de la misma. Lo que hace que la vida sea un constante
manantial de esperanza y ricas alternativas o una inevitable fuente de
sufrimiento.
Cuando
una creencia se instala en nosotros de forma sólida y consistente (cómo el
roble), nuestra mente elimina o no tiene en cuenta las experiencias que nos
casan con ella. Por eso se dice que, “No vemos las cosas tal cual son, las
vemos tal cual somos”.
Es
bien sabido que, si alguien realmente cree que puede hacer algo, lo hará y si
cree que es imposible hacerlo, ningún esfuerzo por grande que éste sea logrará
convencerlo de que se pueda realizar. Todos tenemos creencias que nos sirven
como recursos y también creencias que nos limitan. Sería bueno pasar a integrar
la “duda” en nuestras vidas. Nos podríamos plantear varias suposiciones: “¿Y por
qué tiene que ser así? ¿O porque yo no voy a poder? Abrirnos a otras
posibilidades sería lo más adaptativo, pero para ello tendremos que empezar a
aprender a “dudar”, pero no del “otro” sino de nosotros mismos.
“No
podemos no tener creencias”, diríamos que es una necesidad del ser humano.
Podríamos decir que “una creencia no es solamente una idea que la mente posee,
sino una idea que posee a la mente”. Muchas personas tienen una idea de lo que
es correcto pero muy pocas se cuestionan si esa idea es correcta.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga
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