Conseguir todo lo que deseamos y pronto, es algo que no siempre está a nuestro alcance. Estar serenos cuando las circunstancias son adversas, demuestra el temple de las personas. Las crisis suponen un avance o un retroceso en nuestro camino, pero nunca son situaciones neutras. Son la manera que tiene la vida de hacernos despertar de nuestra rutina y de colocarnos frente a una experiencia que puede ser decisiva. Una crisis personal es una encrucijada ante la que solo hay dos salidas: anclarnos en lo que nos ha pasado o utilizar lo ocurrido como trampolín hacia un futuro mejor. Aceptar es reconocer que, de momento, las cosas son como son, y no como querríamos que fueran. Consiste en mirar el problema de frente y decirse: sí, el problema existe. El hecho de aceptarse propicia el cambio. Para curarse hay que reconocerse enfermo: “Si no aceptas tu enfermedad, añades angustia a tus síntomas y te conviertes en un enfermo del alma”. Y para progresar hay que reconocerse imperfecto. ¡No culpable u odioso, sino imperfecto! Sencillamente.
Permíteme que te cuente un cuento al respecto:
Un Rey ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...Paz perfecta.
Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico. Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...Paz perfecta.
¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? "Porque," explicaba el Rey, "Paz, no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. "Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz".
El Rey escogió la segunda. ¿Sabes por qué? "Porque," explicaba el Rey, "Paz, no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. "Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz".
Reflexión:
Hay personas que viven enfrentadas consigo mismas por no aceptar lo que desearían que fuera de otro modo. La paz pasa por la aceptación tanto personal como ajena. Sería ilusorio pensar que a todo el mundo le caemos bien, no podemos olvidar que todos y cada uno de nosotros somos diferentes y nuestros estados de ánimo, cambiantes.
La ilusoria posibilidad de poderlo controlar todo, al menos lo que a nosotros nos afecta, nos sitúa inmediatamente fuera de la realidad. ¿Por qué? Porque no somos dueños de conducir cada acontecimiento a nuestro gusto. La contradicción y el desconcierto, cuando aparecen, nos recuerdan que el dominio sobre el mundo que nos rodea es mucho menor del que suponíamos. Pero estamos tan ensimismados planeando el mañana que no aprovechamos lo que nos está pasando hoy, y así, viviendo en el futuro, perdemos las oportunidades que nos ofrece cada día la vida. Pero puede pasar que, transcurridos los años, si pensamos en nuestra existencia, comprobemos asombrados que ha pasado sin darnos cuenta.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga
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