Junto a la pared de su casa plantó una hiedra y la hiedra comenzó a levantarse velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados. El roble crecía silenciosa y lentamente.
- ”¿Cómo estás, amigo roble?”, preguntó una mañana la hiedra.
- ”Bien, mi amiga”, contestó el roble.
- “Eso dices porque nunca llegaste hasta esta altura”, agregó la hiedra con mucha ironía. “Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre allá en el fondo del patio”.
- “No te burles, amiga", respondió muy humilde el roble. “Recuerda que lo importante no es crecer deprisa, sino con firmeza”.
Entonces la hiedra lanzó una carcajada burlona.
Y el tiempo siguió su marcha.
El roble creció con su ritmo firme y lento.
Las paredes de la casa envejecieron.
Una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la casa y su jardín. Fue una noche terrible.
El roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con sus ventosas al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y prolongada.
Al amanecer, el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido desprendida de la pared, y estaba enredada sobre sí misma, en el suelo, al pie del roble. Y el hombre arrancó la hiedra, y la quemó.
Mientras tanto el roble reflexionaba:
- " Es mejor crecer sobre raíces propias y crear un tronco fuerte, que ganar altura con rapidez, colgados de la seguridad de otros. "
Reflexión:
Nos pasamos media vida o
quizás más, oyendo a los demás “cómo debemos ser”. Ser tú mismo, es no
depender de la opinión, ni de la mirada, ni de la crítica ajena sino hacer lo
que realmente a uno le gusta. La pregunta que yo me hago cada día es “¿Qué
puedes hacer hoy por hoy para vivir lo mejor posible el tiempo que vas a
vivir?”
Es muy importante ser
“coherente” con uno mismo, es decir, que lo que digas, coincida con lo que
piensas y con cómo actúas.
Muchas veces nos afanamos
en querer complacer o quedar bien con los demás, viviendo única y
exclusivamente para ellos pensando que sacrificándonos por el otro, estamos
realizando un acto de amor, pero no somos consciente de que este es el acto más
egoísta que uno puede realizar. No nos damos cuenta que somos el capitán de
nuestro barco y que todas las demás personas que pasen por nuestra vida, serán
transitorias. Esto incluye a padres, hijos, amigos, enemigos, maridos, esposas,
compañeros, etc. En definitiva, con quien compartes todos los segundos de todos
los minutos de todas las horas que tienen todos los días que completan todos
los meses de absolutamente todos los años de tú vida, es contigo mismo.
Una cita de Jorge Bucay
dice:
“Porque nadie puede saber
por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer
por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga