domingo, 26 de diciembre de 2010

Luz para el camino

Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce.
Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice: - ¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...
Entonces, el ciego le responde:
Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz
para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...
No solo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.
Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno y para que sea visto por otros, aunque uno aparentemente no lo necesite.
Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil...Muchas veces en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás... ¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...
¡Qué hermoso sería sí todos ilumináramos los caminos de los demás!
 "Si no sabes qué regalar a tus seres queridos en Navidad...regálales tu amor.
Tal vez el mejor adorno de Navidad sea una gran sonrisa".
"Que nunca te falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar a donde ir, y alguien a quien querer".
Estas frases son una cajita de paz llena de alegría, envuelta con cariño, sellada con una sonrisa y enviadas con un beso.
FELICES FIESTAS
Montse Parejo
Psico-Oncóloga

sábado, 18 de diciembre de 2010

Buscarse un amante

El Dr. Cormillo T comentaba:
“Muchas personas tienen un amante y otras quisieran tenerlo. También están las que no lo tienen y las que lo tenían y lo perdieron. Generalmente, las dos últimas son las que vienen a mi consulta para decirme que están tristes o que tienen distintos síntomas como insomnio, falta de voluntad, pesimismo, crisis de llanto o los más diversos dolores. Me cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin expectativas, que trabajan nada más que para subsistir y que no saben en qué ocupar su tiempo libre. En fin, palabras más, palabras menos, están verdaderamente desesperanzadas”.
Antes de contarme esto ya habían visitado otras consultas en las que recibieron un diagnóstico seguro: "Depresión", y la infaltable receta del antidepresivo de moda. Si yo he llegado a conocer a éstas personas es porque no mejoraron y vinieron a verme buscando soluciones a su rosario de dolencias. Después de escucharlas atentamente, les digo que no necesitan un antidepresivo; que lo que realmente necesitan, es un amante. Es increíble ver la expresión de sus ojos cuando reciben mi veredicto. Están las que piensan: "¿Cómo es posible que un profesional se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica?" Y también están las que se despiden escandalizadas y no vuelven nunca más. A las que deciden quedarse y no salen espantadas por el consejo, les doy la siguiente definición:

"Amante es lo que nos apasiona. Lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos, y es también quien a veces, no nos deja dormir. Nuestro amante es lo que nos vuelve distraídos frente al entorno. Lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido. A veces, a nuestro amante lo encontramos en nuestra pareja, en otros casos solemos hallarlo en la investigación científica, en la literatura, en la música, en la política, en el deporte, en el trabajo cuando es vocacional, en la necesidad de trascender espiritualmente, en la amistad, en la buena mesa, en el estudio, o en el obsesivo placer de un hobby... En fin, es "alguien" o "algo" que nos pone de "novio con la vida" y nos aparta del triste destino de durar.
¿Y qué es durar? Durar es tener miedo de vivir. Es dedicarse a espiar cómo viven los demás, es tomarse la tensión constantemente, deambular por consultorios médicos, tomar pastillas multicolores, alejarse de las gratificaciones, observar con decepción cada nueva arruga que nos devuelve el espejo, cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol y de la lluvia. Durar es postergar la posibilidad de disfrutar hoy, esgrimiendo el incierto y frágil razonamiento de que quizás podamos hacerlo mañana. Termino este relato con una sugerencia, en realidad, es una súplica: "Por favor, no se empeñen en durar, búsquense un amante, sean ustedes también un amante y un protagonista.... de la vida".
Montse Parejo
Psico-Oncóloga

sábado, 11 de diciembre de 2010

La visita de tu vida

Había una vez un hombre que estaba haciendo una gira turística por Europa. Al llegar al Reino Unido, compró una guía de los castillos de las islas. El más llamativo era el que se presentaba como “la visita de tu vida”. Intrigado por la propuesta, el hombre llamó desde su hotel esa misma tarde y acordó un horario de visita. El turista llegó al castillo diez minutos más tarde de la hora pactada. Se presentó ante un hombre con falda de cuadros que lo esperaba y que le dio la bienvenida. Le explicó un poco de la historia del castillo y le mencionó algunas cosas sobre las que debía prestar especial atención durante la visita. Dicho esto, le dio una cuchara y le pidió que la sostuviera.
   -   Nosotros no cobramos un derecho de visita. Cada visitante lleva una cuchara como ésta llena hasta el borde de arena fina. Aquí  caben exactamente 100 gramos. Después de recorrer el castillo pesamos la arena que ha quedado en la cuchara y le cobramos una libra por cada gramo que haya perdido….-explicó.
   -   ¿Y si no pierdo ni un gramo?
   -   Ah, mi querido señor, entonces su visita al castillo será gratuita.
Entre divertido y sorprendido, el hombre comenzó su viaje. Confiando en su pulso, subió las escaleras muy despacio y con la vista fija en la cuchara. Prefirió no entrar a la sala de armaduras porque le pareció que el viento haría volar la arena. Al pasar junto al salón que exhibía las máquinas de guerra, debajo de la escalera, se dio cuenta de que para verlas con detenimiento era necesario inclinarse forzadamente sosteniéndose de la barandilla, lo que implicaba la certeza de derramar algo del contenido de su cuchara, así que las miró desde lejos. Otro tanto le pasó con la escalera que conducía a las mazmorras. Por el pasillo de regreso al punto de partida, caminó contento hacia el hombre de la falda escocesa, que lo aguardaba con una balanza. Vació el contenido de su cuchara y esperó el dictamen.
-          Asombroso, ha perdido menos de medio gramo: lo felicito, esta visita le ha salido gratis. ¿Ha disfrutado de la visita?
El turista dudó pero decidió ser sincero.
-          La verdad es que no mucho. Estaba tan ocupado tratando de cuidar de la arena que no tuve oportunidad de mirar el castillo.
-          ¡Qué barbaridad! Mire, haré una excepción. Le voy a llenar otra vez la cuchara pero ahora olvídese de cuánto derrama, faltan doce minutos para que llegue el próximo visitante. Vaya y regrese antes de que él llegue.
El hombre  tomó la cuchara y corrió hacia el altillo: al llegar allí dio una mirada rápida a los que había y bajo más que corriendo a las mazmorras llenando las escaleras de arena. Al inclinarse para pasar un pasaje se le cayó la cuchara y derramó todo el contenido. Corrió hasta el hombre de la entrada, a quien le entregó la cuchara vacía.
-          Bueno, esta vez sin arena, pero no se preocupe, tenemos un trato ¿Disfrutó la visita?
Otra vez el visitante dudó unos segundos.
-          La verdad es que no- contestó al fin-. Estuve tan ocupado en llegar antes que el otro, que perdí toda la arena y no disfruté nada.
El hombre de la falda le dijo:
-          Hay quienes recorren el castillo de su vida tratando de que no les cuesta nada, y no lo pueden disfrutar. Hay otros tan apresurados en llegar pronto, que lo pierden todo sin disfrutarlo. Unos pocos aprenden esta lección y se toman su tiempo para cada recorrido. Descubren y disfrutan cada rincón, cada paso. Saben que no será gratuito, pero entienden que los costes de vivir valen la pena.

Reflexión:
Estamos tan acostumbrados a pasar por alto los pequeños detalles, los goces cotidianos, que nos cuesta apreciar la vida en su plenitud. Pero todos podemos recuperar esa pasión: sólo hay que aprender a mirar de otra manera.
La vida no es más que una sucesión ininterrumpida de momentos, situaciones que se dan ahora, aquí, en el presente. Pero la mayoría de nuestros momentos son, en realidad, pequeños y cotidianos: levantarse por la mañana, ir al trabajo, comer, beber, abrigarnos cuando hace frío, hablar con nuestros hermanos, quedar con los amigos…
Para muchos de nosotros, esos días cargados de pequeños momentos, de detalles cotidianos, pasan sin darnos cuenta.
Frente a la amenaza de perder las pequeñas cosas, quienes conocen la provisionalidad de la vida convierten los hechos cotidianos en acontecimientos extraordinarios. Y gracias a esta experiencia, muchas de esas personas aprenden a disfrutar de las cosas cotidianas en toda su plenitud. Una vez recuperados, su vida cambia para siempre. Se levantan por la mañana, abren las ventanas y empiezan su día maravillándose por el único hecho de estar vivos.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga

lunes, 6 de diciembre de 2010

Solo con el tiempo

Con el tiempo...te das cuenta que casarse solo porque "ya me urge" es una clara advertencia de que tu matrimonio será un fracaso.
Con el tiempo comprendes que solo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.
Con el tiempo te das cuenta de que si estas al lado de esa persona solo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabaras no deseando volver a verla.
Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que cualquier cantidad de dinero.
Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado solo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida.
Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es solo de almas grandes...
Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá ser igual.
Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día lloraras por aquellos que dejaste ir.
Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona, es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado.
Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana, es demasiado incierto para hacer planes.
Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado.
Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo.... ante una tumba..., ya no tiene ningún sentido...
Pero desafortunadamente....SOLO CON EL TIEMPO....

Reflexión:
Mientras estés vivo, siéntete vivo, no vivas de fotos amarillas, sigue aunque todos esperen que abandones. Haz que en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años o por una enfermedad no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón. Pero nunca te detengas.  
"EL HOMBRE SE HACE VIEJO MUY PRONTO Y SABIO MUY TARDE" JUSTAMENTE CUANDO YA NO HAY TIEMPO.....
Montse Parejo 
    Psico-Oncóloga

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La lección de los adoquines

Caminaba yo en mi paseo por una calle ligeramente en cuesta, bien adoquinada con sólido pavimento firme en su suelo aunque irregular en la pisada.
Bajando en dirección opuesta a mí, venía una mamá con su bebé en el coche de niños que daba tumbos sobre los adoquines, con lo que el bebé lloraba a gritos y su mamá se quejaba en su nombre: "Los adoquines son malos y le sacuden a mi niño. ¡Malos, malos! Ya verás cómo los castigamos cuando nos escapemos de ellos". Y empujaba el cochecito dando traspiés con su mal humor y sus brazos rígidos. El niño seguía llorando.
Seguí andando, y otra mamá con otro bebé en su coche bajaba por la misma cuesta dando los mismos tumbos sobre el mismo irregular pavimento. Pero la mamá le cantaba al niño con alegre ritmo, y el bebé iba pegando saltos en el cochecito, riendo y cantando a tono con los tumbos: "Bumpati bum, bumpati bum...", y su mamá reía con él y los dos disfrutaban.
Pensé para mis adentros. Los adoquines son los mismos, y un bebé llora y el otro canta al pasar por ellos.
Las cosas son las mismas, y unos las toman bien y otros mal. Una mamá canta, y la otra protesta. ES LO QUE HACEMOS EN LA VIDA.

Reflexión:
Tal como dice Antoine de Saint-Exupéry, el autor de “El principito”, “El hombre solamente se descubre a sí mismo cuando se mide contra un obstáculo”.
Nuestra naturaleza como seres humanos hace que solo nos movamos cuando es necesario. Mientras todo va bien, disfrutamos de la tranquilidad de nuestras vidas. Pero no debemos olvidar que estos periodos son de descanso. Ya que cuando, indefectiblemente, aparece una crisis, debemos movernos, avanzar y aprender. La lección está ahí; es nuestra oportunidad para hacer uso de ella.
Así, cuando aprovechamos la crisis para reflexionar, hacemos como el viejo burro al que intentaron enterrar vivo en un pozo. Según cuenta un antiguo relato hebreo, un día el burro de un campesino se cayó en un pozo, al no poderlo sacar, intentaron enterrarlo; el animal, en lugar de permitir que las paladas de tierra lo sepultaran poco a poco, se movía de tal forma que la tierra que le tiraban se iba depositando bajo sus patas. Al final, el nivel del suelo había subido tanto que había cubierto el pozo, por lo que el burro pudo salir de un brinco, feliz y resuelto.
¿Qué hubiera sido del animal si, en vez de afrontar el problema, hubiera permanecido inmóvil sintiéndose maltratado injustamente?
Cuando estamos en el interior del pozo, pensamos que nunca volveremos a ver la luz. Pero la luz siempre está fuera, esperándonos. La vida va a echarte tierra, todo tipo de tierra...El truco para salirse del pozo es sacudírtela y dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba. Si buscamos, siempre encontraremos la manera de salir adelante.
Es muy importante recordar que:
“No es posible asegurar el futuro. Sólo es posible perder el presente”.
Aunque suene a conocido, es verdad que nada dura eternamente en esta vida, ni lo bueno ni lo malo. La vida no se detiene, y las crisis abruptas nos lo demuestran, pues, ante nosotros, aparecen nuevas opciones. Siempre que acaba un cuento, puede empezar otro. Nadie nos garantizará que el siguiente será mejor que el anterior, pero seguro que será diferente, nos enseñará cosas nuevas y nos permitirá experimentar vivencias distintas. Además, y sin lugar a dudas, nos habremos hecho personas más sabias. Por eso “no importa lo que nos suceda sino como reaccionemos”.
“Todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada”.
“La vida no será la fiesta que todos deseamos, pero mientras estemos aquí, debemos bailar”.
Montse Parejo
Psico-Oncóloga